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Reflexiones sobre la Cognición en la Creatividad Musical

REFLEXIONES SOBRE LA COGNICIÓN

EN LA CREATIVIDAD MUSICAL

 

Juan Pablo Correa Feo

Docente

Facultad de Ciencias de la Educación

Universidad de Carabobo

Colaboración Especial

Reflexiones sobre la Cognición

en la Creatividad Musical

Publicado en el Anuario Nº 29 (2006)

Instituto de Derecho Comparado

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

Universidad de Carabobo

ISSN 1316-5852

 

RESUMEN

La creatividad es la acción a través de la cual los seres humanos tienden a

formar algo original de estructuras que ya están formadas, a través de un proceso

mental, bien para cumplir una función específica o para satisfacer una necesidad.

El propósito de este artículo es presentar un análisis del hecho creativo bajo la

óptica tanto de de la Teoría Cognitiva de la Creación de Sternberg, como desde la

perspectiva de Romo sobre la Teoría del Caos. La primera establece los procesos

cognitivos que subyacen al hecho creativo; la segunda explica como el escenario

de inicio es relevante para los procesos derivados. La música, como un medio

natural para expresar sensaciones, comprende varios elementos creativos a lo largo

del proceso productivo: el compositor y su música, el intérprete y el oyente, que

pertenecen a un mundo natural y común. Y ésta es la razón por la cual se le vincula

a la creatividad diaria y se le considera como una acción que puede ser realizada

por cualquiera, por una persona que necesariamente no tenga el talento de un

genio. Esta visión de la creatividad con respecto a la música implica eliminar los

obstáculos y miedos impuestos por las estructuras sociales y académicas, impulsar

la motivación y confiar en el soporte cognitivo y afectivo externo. También se

requiere no sólo generar las condiciones básicas para el proceso creativo, sino

también asegurarse de que la gente involucrada en tal proceso esté disponible y

bien dispuesta. Además, se necesita estar preparado para percibir los productos al

azar tales como las melodías y los timbres encontrados por suerte. El rendimiento

creativo es el resultado de la acción conjunta de aspectos de personalidad, variables

cognitivas, y factores ambientales. Ser creativo en música, como en cualquier otra

actividad artística, es tanto tener algo que decir, como saber cómo decirlo, lejos

de la idea de ser acerca de una iluminación divina, es acerca de tener una rica

imaginación.

Palabras Clave: Creatividad, Música, Teoría del Caos, Procesos Cognitivos,

Teoría Cognitiva de Sternberg,

Juan Pablo Correa Feo

 

 

ABSTRACT

Creativity is the action through which human beings tend to form something

original from structures which are already formed, through a mental process, either

to carry out a specific function, or to satisfy a need. The purpose of this article

is to present an analysis of the creative fact under the optic of both Sternberg’s

Creative Cognitive Theory and Romo’s perspective of The Theory of Chaos. The

former establishes the cognitive processes which underlie the creative fact; the

latter explains how starting scenery is relevant to derived processes. Music, as a

natural mean to express sensations, comprises several creative elements along the

productive process: the composer and his music, the interpreter and the listener,

which belong to a natural and common world. And that is the reason why it is linked

to daily creativity and considered as an action that can be performed by anybody,

by a person who is not necessarily a talented genius. This view of creativity

with respect to music implies to eliminate the constraints and fears imposed by

social and academic structures, to stimulate motivation and to rely on cognitive

and affective external support. It also presupposes not only to bring about the

basic conditions for the musical creative process, but also to confirm that people

involved in such a process are available and well disposed towards it. Besides,

it is necessary to be prepared to perceive random products such as melodies and

timbres discovered by chance. Creative performance is the result of the united

action of personality aspects, cognitive variables and environmental factors. Being

creative in music, as in any other art activity, is both to have something to say and

to know how to say it; far from the idea of being about an celestial illumination, it

is about having a rich imagination.

Key Words: Creativity, Music, Cognitive process, Sternberg’s Creative Cognitive

Theory. The Theory of Chaos

 

 

REFLEXIONES SOBRE LA COGNICIÓN

EN LA CREATIVIDAD MUSICAL

 

INTRODUCCIÓN

 

Creatividad: palabra incierta, ambigua y subjetiva. Para unos, un halago.

Para otros, un insulto. Hablamos de un concepto unido intrínsecamente a la

naturaleza humana. Repitiendo a Marty (1999), si “ser humano es ser creativo”,

resulta imposible pertenecer a nuestra especie y carecer de esa condición. De allí

se genera el foco de la discusión epistemológica y ontológica sobre la creatividad.

¿Es verdaderamente intrínseca a la condición humana? ¿Qué relación tiene la

creatividad con el mito, la leyenda, la fantasía? ¿Es científicamente comprobable

y medible el poder individual y colectivo de la creatividad? ¿Podríamos hablar

de creatividad en la música y arte? ¿Se trata de inteligencia, imaginación o

inspiración?

El aspecto de la creatividad en el comportamiento humano es uno de los

más fascinantes y misteriosos que ha llamado la atención en filósofos, artistas

y científicos a lo largo de la historia. El solo hecho de ser creativo en el campo

artístico, sirve para acentuar el sentimiento de respeto ante los resultados de la

energía constructiva del hombre; una persona creativa respeta la chispa creativa en

otros individuos y en todos los hombres. Esta es una de las razones por las que el

estudio de la creatividad es tan importante. Pero, los estudios psicológicos sobre

la creatividad han proliferado sólo durante los últimos años, específicamente a

partir de 1950 en el Discurso Presidencial sobre “Creatividad” presentado en la

Asociación Psicológica Americana por J. P. Guilford (Hargreaves, 1998; Romo,

1998).

La revisión de la perspectiva del hecho creativo me motiva a sacar estas

reflexiones.

 

EL CONCEPTO

 

El proceso creativo es considerado durante muchos años como misterio,

y con cierta relación a lo religioso, mítico y sobrenatural: El arquetipo del creador

es el Ser Divino. Según Barron (1968), la creatividad es energía puesta a punto

para trabajar de forma constructiva (…) Es una actitud de la mente en la que

se tiende a interpretar la ocurrencia de lo no familiar como una interrupción

del curso natural de los acontecimientos, o como evidencia de la existencia de

otro mundo, produciendo así temor ante lo imposible. Existe otra visión, como

la de los autores Ward, Smith y Finke, en Sternberg (1999), quienes al hablar de

la cognición creativa, dicen que la capacidad creativa es una propiedad esencial

de la cognición humana normal… el proceso cognitivo generativo es común y

normal, lejos de la idea común de que la creatividad es algo limitada a talentosos

genios y gente privilegiada.

En el tema de la creatividad, como creación psíquica, nos preguntamos:

¿Mediante qué procesos mentales se producen nuevas formas? Las condiciones

bajo las que aparece lo nuevo en el funcionamiento psíquico humano es la tarea

a la que se dedica el psicólogo de la creatividad. Al hacerlo, se une al intento

que realiza el científico general por describir la evolución de formas en el mundo

actual.

El científico denota su interés especial en entender la forma de la creatividad

en la persona humana, en términos de su capacidad de generar novedad, de cambiar,

tomando en consideración su entendimiento dentro de la historia, su manera de

ser, sus intenciones y sus motivos conscientes e inconscientes, sus capacidades

intelectuales y temperamentales y su lugar en la gran corriente de acontecimientos,

porque todo ello es importante para el acto creativo.

El estudio de la creatividad es inherentemente interdisciplinario; junto con

tener raíces en la psicología, el estudioso de la creatividad debe estar informado

sobre epistemología (la naturaleza del conocimiento en diversos dominios) y sobre

sociología (el modo cómo los juicios son desarrollados por expertos en dominios

distintos) (Gardner, 1997).

Curiosamente, en la vida cotidiana el uso de la palabra “creativo” está mal

empleado. Hudson (1966) consideró al término “creativo” como una palabra de

aprobación general –significando, aproximadamente, “bueno”- cubretodo, desde

las respuestas a un tipo particular de test psicológico hasta establecer una buena

relación con la propia esposa, llegando incluso al uso del adjetivo con connotación

peyorativa, como sinónimo de “mentiroso”. Y el crítico musical español Juan

Krakenberger dice que si vamos un poco más lejos, y calificamos calidad, se puede

ser creativo de algo feo o pobre o de algo sublime y hermoso. “Creativo” parece

implicar algo positivo... pero como en la vida misma nada es perfecto, tampoco lo

es todo lo creativo (Juan Krakenberger, foro de discusión de MCLista.com, enero

22, 2001).

Es importante distinguir los términos originalidad y creatividad.

Originalidad puede ser definida como novedad o infrecuencia estadística, como

una respuesta no pensada por nadie, independientemente de su utilidad. Para que

algo sea considerado como creativo, debe ser, de alguna manera, útil al mismo

tiempo que original. Romo (clase grabada, enero 8, 2001) agrega que para algo sea

considerado creativo, debe haber novedad y utilidad -Valor-.

Sin embargo, no toda creación es totalmente novedosa. Según Mora Vanegas

(2005), el proceso creativo consiste a veces, en el pasaje de las características de una

cosa a otra. Damos a la cosa con la que estamos trabajando una nueva característica,

calidad o atributo que hasta ahora pertenecía a otra. El “dodecafonismo” de

Schönberg y Berg, pasa a ser el “serialismo” de Webern, cuando éste le adiciona a

la orquestación y dinámica, la lógica de las series dodecafónicas.

La Teoría del Caos que habla de cómo las condiciones de partida son

relevantes para los procesos derivados (Complejidad de los sistemas), sirve de

apoyo para un nuevo enfoque de la creatividad humana. Romo (clase grabada,

enero 8, 2001) sostiene que esa analogía, en cierta forma, tiende a esconder el gran

desconocimiento que hay sobre el tema de la creatividad y sus estructuras: “Quizás

una vez conocida la creatividad, podemos llegar a reconocer el funcionamiento de

esas estructuras y que son deterministas. Pero aún queda mucho por investigar”.

Nada más apropiado para el inexplorado proceso de la creación musical. Díce

la leyenda urbana que Ludwig van Beethoven ideó la célula motívica de su 5ª

Sinfonía, sol-sol-so-mi b, como la onomatopeya del golpe fantasmal de su puerta,

cuando estaba planeando por segunda vez acabar con su vida. Por eso, él mismo

la bautizó como “La Llamada del Destino”. Sólo un golpe de puerta genera una

sinfonía. Aún más; muchos afirman que toda la creación de Wolfgang Amadeus

Mozart viene de la primera vez que Leopold, su padre, vio a un niño tocando ante

príncipes, lo que lo indujo a presionar a su hijo hasta llegar a ser lo que fue.

La música siempre ha tenido y tendrá una capacidad formativa extraordinaria

cuando se la relaciona en su sentido más profundo y se la practica de modo creativo.

El intérprete y el oyente han de recibir activamente las posibilidades que cada obra

hecha por un compositor les ofrece. Es una manera de recepción que se presenta

repleta de posibilidades y que forma la espina de la creatividad.

La música destina de modo especial la capacidad creadora de quienes la

realizan ya que tiene que ser re-creada una y otra vez para gozar de existencia real,

no sólo virtual. ¿Existencia? ¿Dónde? ¿En el aire? ¿En el tiempo? ¿Realmente

existe, la música? Son preguntas que nos hacen filosofar sobre el aspecto existencial

de la música. Por estas profundas razones insta a que se asuma a la música de

modo plenamente activo, creativo. El valor propio de la música acrecienta esta

solicitud de modo especialmente enérgico.

La música nos acostumbra a pensar, sentir y actuar de modo “relacional”

(López Quintás, 2006), ya que un sonido a solas no tiene valor musical. Podría tener

muchos significados, como lo es una bocina al frente de una puerta, un timbre, un

sonido específico de un ordenador. Pero carece de validez artística. Este valor del

arte lo adquiere al entrar en relación con otro. A solas, el do y el sol no presentan

interés estético. El intervalo do-sol encierra ya un gran interés, desde los antiguos

tiempos del órganum y el discanto, hasta obras musicales basadas enteramente en

quintas paralelas, como por ejemplo Evohé del músico e investigador venezolano

José Antonio Calcaño.

Tomados individualmente, los sonidos que integran la escala musical

mayor occidental, tienen un significado: responden a un determinado número

de vibraciones y representan una determinada altura. Pero no presentan per sé

un sentido musical con connotación artística. Este pende de su relación mutua.

Vinculados entre sí, forman un ethos expresivo, rebosante de posibilidades.

López Quintás (2006) lo concibe como un hogar e indica que tiene dos ejes

básicos. Análogamente, en el hogar familiar, los ejes que impulsan y ordenan el

movimiento de quienes lo componen son el padre y la madre. El padre impulsa;

la madre acoge, aúna. En el hogar musical, los ejes vienen dados por la tónica y

la dominante (do y sol, re y la, por ejemplo). Cuando una melodía se teje en torno

a ellos, muestra una especial serenidad, un espíritu confiado. Si se aleja, adquiere

cierto carácter inquietante.

Los elementos y cualidades de la música –ritmo, melodía y armonía, y

altura, intensidad y timbre respectivamente– poseen valor musical merced a la

relación mutua de diversos elementos expresivos. El ritmo, por ejemplo, nace

de una repetición de sonidos continuos o intercalados con silencios, pero tal

repetición sólo encierra valor estético cuando no es puramente mecánica, sino

que funda un ámbito expresivo. Las cuatro notas del tema masculino del primer

tiempo de la Quinta Sinfonía de Beethoven unen su poder expresivo para crear

un ámbito de apelación, una especie de llamada o aldabonazo. Ese carácter de

ámbito (o “fuente de posibilidades”) les permite a estas notas unirse a otras y

formar frases musicales. Esta intervinculación de elementos expresivos da lugar

a las diferentes partes de las formas musicales (exposición, desarrollo, etc.). De

este modo relacional se “componen” las obras. Es magnífico descubrir cómo de

una célula musical brevísima se deriva una obra extensa. La Appassionata de

Beethoven arranca de las tres notas iniciales (do, la, fa) y se nutre constantemente

de ellas. O la última fuga (o intento de fuga) de J. S. Bach, en Die Kunst Der Fuge

(El Arte de la Fuga) donde el autor realiza un magnífico trabajo contrapuntístico

con base en las notas que representan las letras de su apellido (B: Sib, A: La, C:

Do, H: Si). Lo meritorio, y más aún en el período donde se encuentra circunscrita

esta obra, es la “antimusicalidad” de la secuencia de estas notas, una tras otra, y la

espectacular catedral musical que el “viejo peluca” construye. Lamentablemente,

la muerte se encargó de interrumpirla.

Se dice que la música es relacional ya que consiste en entreverar ámbitos

expresivos. De ahí su capacidad para fomentar en el hombre la vida espiritual. Se trata de una profunda interrelación creadora. Nada ilógico que la práctica de la música haya ido ligada desde antiguo a todo género de celebraciones humanas,

entre las que descuellan los ritos espirituales y religiosos.

El lenguaje musical de calidad es meramente silencioso. El silencio verdadero

no es la mera falta de sonidos, sino la capacidad de atender simultáneamente a

diversos aspectos de la realidad. Ortiz Alonso (2000) sostiene que el silencio es

un campo de resonancia. Se dice una palabra, y en ella vibran diversas realidades

que van unidas con la realidad aludida directamente. Es cierto que los sonidos

musicales emergen del silencio, entendido ahora como ausencia de ruido. No

resaltan sino en un ámbito de silencio y recogimiento, visto como cese de la

agitación extrovertida. Pero encierra todavía un valor educativo mayor subrayar

que el sonido musical debe ser en sí mismo silencioso, lo mismo que sucede con

las palabras auténticas. Cuando se toca una melodía o un acorde, se debe hacer

desde el recogimiento necesario para sentirlos y vibrar con otros acordes y otras

melodías. Cada pormenor de una obra cobra su auténtico sentido cuando se lo ve

inserto activamente en el conjunto (López Quintás, 2006).

El buen intérprete obedece fielmente a la partitura, repleta de detalles a

fin de conseguir el objetivo trazado por el compositor. Esta encauza su actividad

artística, pero, a la vez, el intérprete se siente plenamente libre, con un cierto

tipo de libertad creativa. No puede salirse de ese cauce, debe limitar su “libertad

de maniobra”, pero esa limitación es la que, paradójicamente, hace posible su

auténtica libertad como intérprete.

La experiencia de aprendizaje de una obra musical presenta un gran

valor formativo; nos revela cómo se articula internamente un proceso creador

previamente realizado. López Quintás (2006) nos narra espléndidamente este

episodio, millones de veces repetido en todo el mundo, en todos los tiempos: “El

intérprete coloca sobre el atril del piano la partitura de una obra que desconoce.

Esta se halla lejos de él; cerca está solo la partitura. Empieza a re-crear sobre el

teclado las formas musicales. Lo hace de forma tanteante, a impulsos de la obra

misma que desea conocer. Es sorprendente y fecundísimo: va buscando algo en

virtud de la fuerza que irradia aquello mismo que todavía no conoce del todo.

Llega un momento en que la obra le indica que su poder expresivo se halla patente

de modo luminoso. El intérprete se mueve ya con absoluta libertad por las avenidas

de la obra. Podríamos decir que la domina. La domina porque se deja dominar por

ella. Pero aquí recibimos la primera gran lección: en este nivel de creatividad nadie

domina a nadie. El artista configura la obra en cuanto se deja configurar por ella.

Cuando se vive creativamente, no interesa dominar y poseer, sino enriquecerse

mutuamente. Es una experiencia reversible de planificación. En ella cobra

conciencia el intérprete de que no se basta a sí mismo, ya que para ser creativo

debe recibir las posibilidades que le otorgan las partituras y los instrumentos.

Pero también éstos adquieren todo su sentido al ser asumidos activamente por el

intérprete. En esa experiencia de configuración mutua, la obra se le hace presente al

que la está configurando. Éste mira la partitura, pero ya no la ve. Lo que tiene ante

su atención es la obra plenamente configurada. Toca el piano con sus dedos, pero

ya no repara en él. Con lo que se halla en contacto verdaderamente es con la obra.

Piano y partitura se hacen transparentes cuando la creatividad es perfecta. Siguen

ahí ejerciendo su función, pero no se interponen entre la obra y el artista. Son el

lugar en el que la obra se hace presente al intérprete. Al ser asumida por éste como

algo propio, deja de serle distante, externa y extraña para convertirse en íntima,

aun siendo distinta… El intérprete, al obedecer a la partitura, no se entrega a algo

ajeno, no se enajena o aliena; gana su plena libertad creadora y su total identidad

como artista. Se ajusta a un cauce que le viene marcado desde fuera, por alguien

distinto de él y en principio distante y ajeno. Pero ese cauce se ha convertido en

su voz interior. Al ajustarse a él, sigue el impulso que le viene dictado por su

propia musicalidad. Es por tanto autónomo (se rige por una ley propia), aún siendo

heterónomo (ya que tal criterio le vino sugerido desde fuera). Aquí se alumbra una

clave de orientación decisiva: Puedo actuar en virtud de criterios que me fueron

sugeridos de fuera y no ser “heterónomo”, como puedo dedicarme por amor a

cuidar a las personas que me rodean y no estar “des-centrado”. Mi verdadero

centro es el estado de apertura a los demás. Mi auténtico criterio de acción es el

que me impulsa interiormente hacia la realización de algo valioso. No importa el

origen de tal criterio, norma o cauce de acción. Lo decisivo es su capacidad de

promocionarme hacia modos de actuación sumamente eficaces y valiosos.”

Igual pasa con los instrumentos en conjunto. Cada voz en la polifonía y

cada grupo instrumental en la orquesta gozan de total independencia respecto a los

demás. Nadie puede inmiscuirse en la tarea de los otros. Pero cada uno, al iniciar

su labor re-creadora de la obra con total independencia, vibra con los demás,

atempera su volumen, ajusta su ritmo. El fruto de esta unión de total solidaridad y

total independencia es una perfecta armonía, fuente de belleza y de bondad. Una

interpretación musical de calidad es un modelo perfecto de convivencia familiar

y social.

No se sabe si la música es un lenguaje. Si es así, ¿qué dice? ¿a quiénes

se dirige? ¿quién comunica? ¿el compositor, el intérprete? ¿Podemos hablar

realmente de una comunicación musical?

Ya hemos dicho que el proceso de información consiste, principalmente, en

la transmisión de un mensaje entre un emisor y un receptor, a través de un canal.

Al haber respuesta por parte del receptor y al intercambiarse los roles, se produce

la comunicación. Ella pues, difiere de la información por la participación recíproca

de los entes, en lugar de la intervención de uno solo.

Según la Real Academia Española, comunicación es “correspondencia

entre dos o más personas”. Información, en cambio es “dar noticia de una cosa”,

sin mencionar siquiera el número de oyentes. En consecuencia, la televisión, la

radio y la prensa, entre otros, son mal catalogados “medios de comunicación”,

puesto que sólo transmiten ideas, sin tener ningún tipo de respuesta de su receptoroyente

(al menos no inmediatamente). Deberían ser llamados entonces “medios

de información”.

La música es un medio de expresión, de comunicación, similar a cualquier

otro. Sólo que su mensaje consiste únicamente en “sensaciones”, usando aquí

temerariamente un término demasiado impreciso para derrotar algo tan inefable

como lo es el proceso musical. Sin embargo, y comparando analíticamente lo

recién expuesto con el párrafo inicial, encontramos una fuerte contradicción entre

ambas ideas porque, si para comunicarse, hace falta la intervención activa del

receptor, ¿cómo cuernos haría un músico para recibir de manera activa algún tipo

de respuesta de su receptor?

En primer lugar, abro un paréntesis: En música, pienso que no se puede

hablar de “receptores”, en plural, a pesar de ser cien mil los que escuchan. Porque

cada uno es un ente separado del otro, con sentimientos independientes y procesos

de asimilación autónoma e individual.

Sin embargo, sosteniendo que en la música existe un proceso comunicacional.

Pero no entre el intérprete y el oyente, como bien puede pensarse, sino entre el

músico y la música que ejecuta. Porque la música que sale de las manos o de la

voz de su inventor no es sólo un resultado: es, al mismo tiempo, causa y efecto.

La música resultante de ese milagroso acto que llamamos arte, alimente de nuevo

al artista y lo motiva a seguir en el proceso recreativo. La música y el musicus se

retroalimentan. Se produce un bello feedback. Y he aquí el punto más alto de todo

proceso comunicacional jamás logrado.

Pues bien; resulta que el oyente no es más que un sencillo testigo del festín

interno del músico. No un testigo ocular, sería más bien como un testigo auditivo

del asunto en cuestión, salpicado por las gotas que rebosan ante él.

 

¿EL COMPOSITOR O SU SINFONÍA?

 

Para el psicólogo es importante establecer un criterio para la creatividad,

en especial cuando se intenta fundamentar procesos para su medición. Hay dos

principales tipos de criterios: los basados en la naturaleza del producto y los que se

basan en las características de la persona. Más adelante, mencionaré este aspecto

con más detalles.

Un ejemplo del primer criterio, en el caso de los compositores musicales,

el análisis de sus obras, la numeración de su catálogo, el estudio tímbrico y de

textura de la instrumentación de sus composiciones, o el uso del contrapunto en su

música. Sin embargo, este procedimiento de medición es insuficiente por sí sola,

ya que la mayoría compositores no tienen la totalidad de sus obras al alcance del

público en general, y algunas composiciones varían intrínsecamente en su valor

creativo.

A hablar de la “creatividad cotidiana”, hay que mencionar por ejemplo la

inhibición a dibujar, pintar, escribir o tocar un instrumento, por parte de muchas

personas, porque piensan que no poseen la habilidad para hacerlo, más que por el

hecho mismo de que no puedan hacerlo. En el caso enteramente musical, he visto

con frecuencia el caso de músicos formados enteramente en conservatorios, con

una vasta preparación académica, capaces de interpretar en un instrumento una

partitura completa “a primera vista”, es decir, a la primera lectura, pero que son

incapaces de tocar alguna melodía improvisada por sí mismos.

Tienden a sobreponer las obras de los grandes maestros a sus propias

melodías o acordes, por su refrenamiento ante las grandes obras, inclusive siendo

alumnos de cátedras de composición. La creación musical por parte de personas

“comunes”, como el caso de los cantautores o improvisadores del jazz es a menudo

mal vista y subvalorada por parte de músicos académicos. Los niños pequeños,

ante un piano, tienden a improvisar pequeñas melodías, o a descubrir en las teclas

melodías populares o comerciales; sin embargo, los profesores musicales, lejos

de incentivar esta (idónea para algunos) introducción al campo musical, mutilan

inmediatamente todo indicio de creatividad en el niño, aferrándolo a lecciones y

piezas académicas.

¿Miedo? ¿Pudor? Es un desnudo al público. Es un develar del ser interno,

plasmado nada más y nada menos que en un “lenguaje” que sólo transmite

emociones, sensaciones.

 

NO ES SOLO DE GENIOS

 

El compositor Sammy Kahn mencionó una vez: “Cuando la gente me

pregunta qué viene primero, si la música o la letra, les digo que lo que viene

primero es la llamada telefónica”. Es una visión bastante realista del proceso

creativo de muchos compositores populares, e incluso de algunos “serios” (Antón

García Abril, Blas Emilio Atehortúa, Aldemaro Romero, Beatriz Corona). Es una

actividad cotidiana, racional, que sólo abarca constancia y trabajo duro. Muchos

compositores tienen horarios y métodos para crear. Anton Webern, en sus cartas,

comenta sobre su metodología de trabajo, raramente interrumpida por una “musa

inspiradora”, ya que su estilo de componer involucraba más a procesos logaritmos

y geométricos que enteramente “musicales” (Mann, 1983). Para ellos, la creatividad

es una actividad enteramente regular, como comer, dormir, caminar. Esta visión

contradice la del artista romántico como aquel individuo intenso, sensible y

probablemente muy pobre, que vive en una buhardilla esperando la visita de la

musa, y a la llegada de esta, trabaja frenéticamente, sin comer ni dormir.

Aparentemente opuestas, estas dos visiones han fascinado a muchos

psicólogos, filósofos y a los mismos artistas. Aunque el proceso creativo incluye

tanto trabajo duro como inspiración, los creadores musicales tienden a identificarse

con uno más que con otro. Recuerdo que Blas Emilio Atehortúa, compositor

colombiano, durante sus clases hablaba más del trabajo duro que de la musa

inspiradora: “Nunca he creído en la inspiración. Sólo creo que el componer es

un trabajo como cocinar, mezclar ingredientes. Notas, instrumentos, ritmos, son

tan válidos como una cebolla o un tomate… muy a su gusto”. Podemos encontrar

ejemplos similares en grandes compositores de la historia: Haydn y Mozart

por ejemplo, parecían ser capaces de componer con muy pequeño esfuerzo

(generalmente componían por encargos), mientras que Beethoven y Bruckner

atravesaban por momentos de lucha y sudor en sus composiciones. Bach,

aunque componía con una extrema rapidez (una cantata de una hora de duración

aproximadamente, ¡para cada domingo!) era muy meticuloso en sus revisiones;

existen varias versiones de muchas de sus composiciones, además de que su

estilo predilecto era la forma canónica e imitativa, estilo sumamente riguroso y

contrapuntístico.

Se decía del compositor Franz Schubert que podía componer toda una

sinfonía, instrumento por instrumento, como si copiara textualmente la partitura

que se encontraba en su mente; sin embargo, estudiosos han encontrado material

de bosquejos y planes realizados por él que desmienten esta legendaria visión de

su forma de componer. En el ámbito popular, el autor y ex-Beatle Paul McCartney

trabaja “deprisa y corriendo”, extrayendo ideas e inspiración de su entorno

inmediato en todo momento, al igual que Duke Ellington, el más eminente de

todos los compositores del Jazz, dada su condición de “músico viajero”.

En la música ocurre un fenómeno particular. El compositor es un absoluto

creador, enteramente responsable de su producto. Pero para que ocurra el hecho

musical, ha de existir un intérprete con las facultades técnicas y emocionales

para representar lo compuesto. El intérprete introduce elementos personales en

la ejecución de la pieza, es decir, toca su versión. El intérprete se convierte, en el

momento de tocar una pieza, en un creador más. Esta noción de doble-creación

 (la del compositor por un lado y la del intérprete por el otro) se establece con

mayor notoriedad en la música popular que en la música académica. En el ámbito

popular, existe mayor flexibilidad en el momento de la interpretación, y son

socialmente aceptadas y reconocidas otras “versiones” de canciones originales,

como el caso de las recopilaciones de obras de (y en homenaje a) Joan Manuel

Serrat, Pablo Milanés o Luis Eduardo Aute, interpretadas por otros cantantes con

re-orquestaciones nuevas y giros melódicos distintos a las versiones originales,

en tanto que en la música académica, se valora siempre la interpretación más fiel

a lo intencionado por el compositor. La pianista española Berta Grau piensa que

hay dos maneras de ser creativo en la música. Una, lógicamente como compositor

o improvisador. La otra, existe desde el punto de vista del intérprete. Yo puedo

interpretar de una manera una obra, según las posibles interpretaciones existentes

en el mercado, y de acuerdo a una época, pero lo que da la creatividad, es decir,

lo que hace distinto a un intérprete de otro, es la manera de interpretarlo; y con

eso yo deduzco que es creatividad. (Berta Grau, foro electrónico de discusión de

MCLista.com, enero 21, 2001).

Esto me recuerda la muy célebre frase que exclamó el compositor Edward

Grieg luego de escuchar su propio Concierto para Piano y Orquesta en La Menor,

por la pianista venezolana Teresa Carreño el 18 de noviembre de 1889: “¡Caramba

señora! No sabía que mi concierto era tan bonito…”. Esto demuestra de alguna

manera la diferente manera de concebir una pieza en la mente del intérprete en

contraposición con la intención inicial del autor.

El profesor catalán José María Albanell nos dice que El intérprete es,

como su nombre indica, un enlace entre la música del compositor y los oyentes;

participa a la vez de lo creativo y de lo receptivo. Pero tampoco la actitud del

oyente es totalmente pasiva, pues por el mero hecho de ser capaz (consultando a

su propia interioridad) de escoger una música determinada que le gusta en lugar

de otra que no le gusta está realizando ya también algo creativo. Mi posición

es pues situar la creatividad musical entre los dos extremos de esa dualidad o

polaridad CREATIVO-RECEPTIVA, el intérprete sería entonces como el puente

de enlace entre el compositor y el oyente, y participaría por tanto de ambas cosas,

asimilando a través de sí lo que el compositor compuso para luego verterlo ya

“encarnado” físicamente a los oyentes a través suyo. (José María Albanell, foro

electrónico de discusión de MCLista.com, enero 22, 2001). En el mismo foro, Juan

Krakenberger comenta que ser creativo en la música, es recrearse en ella. Tanto

si se escucha como si se toca, si todo el organismo participa activamente, si se

mueve aún imperceptiblemente - o simplemente vibra - con el ritmo, si se apercibe

de las tensiones y distensiones del lenguaje musical, todo eso es recreativo y por

ende creativo. La única diferencia - si vamos a ser semánticos - es que creativo

se refiere a algo nuevo, algo creado de la nada. Pero la pregunta se refiere a

creativo en la música, o sea, que esa música ya existe, en cuyo caso lo recreativo

equivaldrá a lo creativo (…) en el caso del intérprete, la cosa es un poquitín más

complicada: El intérprete es al momento de tocar creador de una interpretación

y si lo hace bien tiene todo el derecho de recrearse en su propia versión (Juan

Krakenberger, foro electrónico de discusión de MCLista.com, enero 22, 2001).

Gustavo Livon Crosmann (Mora Vanegas, 2005) señala que para saber

cómo ser más creativos, se tome en cuenta tres partes: La personalidad creativa,

los miedos y los bloques, y los métodos para obtener ideas. Destaca que entre

las características de la personalidad creativa, responden casi siempre en forma

emocional. Tienen un menor control sobre sus impulsos; se interesan más en

significados e implicaciones que en hechos concretos; menos reprimidos con un

razonamiento más liberal y no atados a convencionalismos; mayor facilidad de

concentración y traslado de un problema o tema a otro. Son más independientes.

Livon Crosmann agrega: flexibilidad, originalidad, capacidad de reflexión,

sensibilidad. Y cita a Albert Einstein cuando señaló que mostrar nuevos problemas

y nuevas posibilidades, considerar los viejos problemas desde un ángulo nuevo,

todo eso requiere fuerza de imaginación creadora y marca de los verdaderos

progresos de la ciencia. En lo concerniente a los miedos y los bloqueos, el miedo

a la creatividad no deja ver otras opciones: existe un gran miedo a dejar de

pensar como los demás y de no hacer las cosas como se deben. La vergüenza es

la capacidad de no dejar notar algo que se pensó. Es un disfraz que oculta las

ideas. A Newton le afectaban tanto las críticas que, en cierta ocasión, postergó

quince años la publicación de un artículo sobre la óptica hasta el fallecimiento de

su principal crítico (Goleman, 1998). Es curioso que a la mayoría de los músicos

(profesionales o aficionados) tienden a sentir un cierto temor a la hora de tocar en

público, y Barry Manilow define ese pánico escénico como “la gasolina del arte”

(Martin, 1983).

Las ideas que dan vergüenza son aquellas que por no estar de acuerdo

con determinadas normas que nos rigen, se inhiben y, por lo tanto, no posibilitan

interferir para provocar una nueva. La inhibición causa paralización. Y es mucho

más rígida que la vergüenza. Funciona más que como una barrera que como una

valla.

 

COMPONER: ¿RAZÓN O INTUICIÓN?

 

La Enciclopedia Larousse (2000), define a la Creatividad como capacidad

humana de producir contenidos mentales de cualquier tipo, y para Goleman

(1998), el acto creativo es, al mismo tiempo, cognitivo y emocional: La intuición

creativa es un acto cognitivo, pero comprender su valor, desarrollarlo y llevarlo

a cabo requiere competencias emocionales como la confianza, la iniciativa, la

perseverancia y la capacidad de persuasión.

La creatividad se explica, en la teoría de Guilford (1967), como el producto

de un patrón particular de aptitudes cognitivas y está relacionada con el pensamiento

divergente. Pero, ¿cómo podemos saber que el pensamiento divergente es predictor

de la creatividad en la vida real? ¿Es la creatividad una dimensión unitaria? ¿Qué

roles cumplen otros factores como la personalidad y la motivación? Un posible

camino alrededor del problema de establecer un criterio para la creatividad es

evaluar a la persona más que al producto. Identificar las características cognitivas

de la persona que podrían predecir la creatividad.

Quizás las características de la persona “genialmente creativa” tengan más

diferencias de índole cualitativa que cuantitativa con las personas “cotidianas”.

La música es un campo que ofrece muchos casos excepcionales: En fenómeno del

“niño prodigio” aflora más en la música que en otras corrientes. Mozart componía,

ejecutaba e improvisaba a la edad de cinco años. Haydn; Mendelssohn y Britten

mostraron progresos sorprendentes en la composición y en la ejecución siendo

muy jóvenes; Yehudi Menuhin tocaba con orquestas sinfónicas a los siete años, y

Arthur Rubinstein podía a los tres años, tocar sin errores piezas de piano difíciles

a primera vista. Y aunque muchos de ellos se destacaron en edades tempranas

en la composición, sólo más tarde, en la madurez, son capaces de producir obras

maestras profundas y expresivas, porque la experiencia humana y las relaciones

personales son más esenciales que los sistemas de reglas formales (Winner,

1982). Y no hay duda de que, incluso los prodigios más dotados, sólo pueden ser

productivamente eficaces con disciplina, entrenamiento y trabajo duro. Habría que

preguntar si Mozart hubiese sido el compositor que hoy todos conocemos, si no

hubiese tenido la presión de su padre en su entrenamiento musical.

La existencia de un apoyo cognitivo y afectivo externo por parte de

otra persona influye positivamente en el proceso creador: La amistad, cariño y

constante preocupación del poeta Goethe hacia Beethoven hicieron que éste le

dedicara varias obras a aquél; el respaldo que obtuvo Gustav Mahler de su esposa

Alma fue decisivo; y la unión de Durey, Honegger, Milhaud, Poulenc, Tailleferre

y Auric establecida formalmente como el grupo de los Seis, ayudó a que cada uno

de ellos produjeran grandes obras.

Un factor importante en la creatividad es la disponibilidad y las

condiciones destinadas para ello. Mi padre, el Dr. Juan Correa, ha escrito hasta la

fecha ocho novelas, cuatro libros de cuentos y trece libros de ensayo, además de

dieciocho guiones para la televisión venezolana. Pero su vena creativa se motivó

una vez lograda su jubilación. Antes de ello, sólo había producido tres libros, muy

vinculados a su profesión de educador.

Otro ejemplo: En agosto del 2000, tuve el honor de participar en el curso

universitario de composición “Música en Compostela” (Santiago de Compostela,

del 6 al 26 de agosto de 2000) en donde, bajo la tutela del maestro Antón García

Abril, exploramos diversos procedimientos de la composición contemporánea a

través de una composición propia. No todos logramos la finalización de nuestra

obra, pues las condiciones no eran favorables para ello: Ausencia de un piano

a disposición de los participantes y habitaciones poco aisladas del ruido, fueron

los obstáculos mayores que tuvimos para acometer nuestro objetivo. Pero el

mayor “obstáculo” representó encontrarse durante casi un mes en una fantástica

ciudad medieval, con cientos de callejuelas por explorar, exquisitos vinos para

probar, gente encantadora por conocer. Cultura por palpar. En lo particular, me

parecía un desperdicio gastar el poco tiempo extra-cátedra en pasar horas frente

a un papel en blanco. A mi criterio, lo importante era nutrirse de la información

emocional e histórica que aquella ciudad encantadora me develaba a diario. Ya

habría tiempo para volcar en pentagramas lo sentido y vivido aquellos días. Mi

sorpresa fue mayor cuando, apenado, comenté al maestro García Abril mi atrevido

pensamiento, y éste lo aplaudió enfáticamente.

Quiero hacer especial mención al hecho particular de la actual metodología

de la enseñanza de la composición, tanto en España como en otros países

hispanoamericanos. El plan actual dispone que, luego de haber terminado con

materias básicas como piano, teoría y solfeo, armonía, contrapunto, fuga, formas

musicales e historia de la música, entre otras (y ninguna de ellas, a mi parecer,

estimulante de la creatividad), el alumno de composición pasa a la tutela de un

maestro compositor para su perfeccionamiento como creador musical. Coincido

con la opinión del compositor José Ramón Encinar (Cabañas, 1995) en que el

magisterio debe ser recibido de varios compositores y no de uno solo, ya que, en

ese caso, se corre el riesgo de convertirse en un epígono de ese compositor. Mi

propuesta es que el alumno de composición pase por manos de varios maestros, de

quienes reciba distintas influencias y diferentes ópticas de la creación musical.

 

POR CASUALIDAD...

 

Indudablemente el azar juega un importante papel en la creatividad.

De hecho, la historia de la ciencia está colmada de casos de “serendipia”, de

descubrimientos accidentales. Arquímedes, Newton y Flemming son hombres que

hicieron grandes descubrimientos por serendipia, aunque habría que aclarar que

la suerte no es sólo la protagonista en este tipo de descubrimientos accidentales.

Hacía falta un ojo y cerebro preparado y atento para percibir lo novedoso. Pasteur

tenía razón: “La suerte favorece a las mentes preparadas”.

En el caso de la música y de la composición, el descubrimiento de nuevos

timbres orquestales usados por Ravel y Debussy, la ubicación de armonías

disonantes (desde la música ficta del siglo XIV y XV hasta la música aleatoria del

XX), fueron descubiertos accidentalmente en plena ejecución y no deliberadamente.

(Calcaño, 1970).

No podría dejar este tópico sobre el azar, sin mencionar el fenómeno de la

música aleatoria. Como respuesta antagónica del serialismo total impuesto por la

Escuela de Darmstadt en 1946, surge el movimiento de la música aleatoria, cuyo

mayor exponente es el americano John Cage, y aunque su música se interpreta en

contadas ocasiones, es uno de los compositores más importantes de nuestra época.

La música aleatoria consiste en la interpretación de notas al azar, por parte del

intérprete, durante un tiempo determinado, con vagas indicaciones. Su pieza para

piano más conocida es 4’33’’ to Henry Flint, en la que el pianista se sienta inmóvil

ante el teclado durante el tiempo citado. Es posible que su visión del mundo, audaz

y omnicomprensiva, haya cambiado la faz de la música más que cualquiera de sus

composiciones. Cage propone la libertad total del compositor, que implica libertad

también tanto para el intérprete como para el oyente.

Dizzy Gillespie, trompetista y director de orquestas de Jazz americano,

es mundialmente conocido por poseer una particular trompeta doblada

accidentalmente al sentarse encima de ella. Hoy se vende réplicas de esta trompeta,

bajo el nombre “Modelo Gillespie”. Quizás a muchos se le han doblado o alterado

sus instrumentos antes que a Gillespie, pero éste tuvo la genial idea de seguir

usándola y convertirla en su sello personal.

No obstante, queda aún pendiente el estudio serio de la influencia de la

suerte y el azar en el éxito de compositores académicos y populares.

 

RESUMIENDO...

 

Para Guilford (1973), la creatividad está relacionada con el pensamiento

divergente, cuyo rasgo más característico estriba en la fluidez (capacidad de

generar muchas ideas), la flexibilidad (diversidad o amplitud de categorías) y la

originalidad (generar asociaciones inusuales). Aluni (1996) agrega la elaboración.

El rendimiento creativo es el resultado de la acción conjunta de variables de la

personalidad, variables cognitivas y factores ambientales, como lo sostienen

Amabile y Csikszentmihalyi (Romo 1998).

La personalidad del artista creador tiene rasgos de excentricidad en

su constante búsqueda de nuevos horizontes y en su repulsa general a los

convencionalismos estereotipados, muy marcado a partir del romanticismo. Y los

grandes compositores parecen seguir las mismas líneas de otros eminentes artistas,

pintores, escultores y escritores.

No parece demostrado que los períodos de inestabilidad psíquica estén

relacionados con la creatividad musical, y algunos (Betés de Toro, 2000;

Hargreaves, 1998) sostienen que las psicopatías influyen más en la recesión

creativa que en la “iluminación creadora”. No obstante, en algunos casos, es posible

relacionar algunos estados de ánimo con un aumento de la creatividad: ciertos

estados melancólicos agudos (tristeza, añoranza) pueden favorecer la creación de

manifestaciones musicales, siempre y cuando la salud mental del compositor esté

acompañada de una vida emocional estable, por apoyo afectivo en su entorno, o

por expectativas positivas en el futuro.

La motivación (intrínseca y extrínseca) es un elemento importante en la

creatividad (Manuela Romo, clase grabada, enero 8, 2001) y los trabajos de Amabile

y Csikszentmihalyi parecen demostrarlo. Y Ward, Smith y Finke (Sternberg, 1999)

han identificado intrigantes paralelos entre la creatividad “común” y la creatividad

“excepcional”, y entre la solución de problemas desarrollada por los seres humanos

y por sistemas computacionales artificiales. Gardner (1997) hace esfuerzos por

concebir a la creatividad en las aproximaciones psicológicas cognitiva y del

desarrollo, pero ha tratado de tener en cuenta igualmente los aspectos sociales y

motivacionales de la creación y las perspectivas de las otras ciencias humanas.

Un individuo creativo resuelve problemas, da forma a productos o

plantea nuevas cuestiones dentro de un dominio, de un modo que es inicialmente

considerado como inusual, pero que luego es aceptado en un grupo cultural.

(Gardner, 1997).

Además, Gardner dirige la atención sobre quién y qué es creativo, en vez de

la pregunta acerca de qué es lo que produce y bajo qué mecanismos. Tal como lo

ha formulado Csikszentmihalyi (Romo, 1998), la creatividad surge en virtud de un

proceso dialéctico entre individuos de talento, áreas de conocimiento y prácticas,

y campos de jueces conocibles. Si uno quiere comprender el fenómeno de la

creatividad, uno no puede centrarse simplemente en el individuo —su cerebro,

su personalidad, sus motivaciones. En vez de eso, uno debe ampliar su foco de

modo de incluir un estudio del área en que trabaja este individuo creativo y los

procedimientos mediante los cuales se hacen juicios de originalidad y calidad.

El azar, dentro del campo musical, interviene tanto en el proceso de

creación de la música, en la concepción de nuevas propuestas musicales y en la

estabilización del producto en el mercado.

Ser creativo en la música, como en cualquier otra actividad artística,

es tener algo que decir y saber decirlo. Puede ser en la composición, en la

interpretación y, por qué no, en otras ramas como la enseñanza. Un compositor

puede ser un dominador absoluto de la forma, conocedor profundo de la armonía y

del contrapunto, gran orquestador, y sin embargo es posible que no tenga nada que

decir. Al contrario, puede tener lagunas en algunos aspectos técnicos, y, a cambio,

poseer hermosas ideas y desarrollarlas con gran sentido artístico.

En el campo de la música, queda mucho por estudiar en lo que a creatividad

se refiere, dentro y fuera de la óptica de la cognición. Y no sólo en lo relacionado

a la composición musical, sino con la música en sí. Desde la obra del compositor,

pasando por la del intérprete re-creador de la obra y que culmina en el gozo

individual del oyente.

 

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