Grupo de Música Popular Latinoamericana
 
Inicio
Trayectoria
Integrantes
Agenda de Actividades
Videos
Galería de Fotos
Repertorio
Noticias Recientes
AGRULA
Solicitud de actuación
Especificaciones Técnicas
Investigación y Análisis
=> Antecedentes Sociohistóricos y Estilísticos Europeos en Cuatro Formas Musicales Latinoamericanas
=> Reflexiones sobre la Cognición en la Creatividad Musical
=> Música y Literatura en Latinoamérica: Complidad Creativa
=> Formación del Músico Popular
=> Los estudios de música popular y la renovación de la musicología en América Latina: ¿La gallina o el huevo?
=> Estudios en torno a la influencia africana en la música tradicional de México: vertientes, balance y propuestas
=> Música y Etnicidad: una introducción a la problemática
=> Instrumentos de música y religiosidad popular en Cuba: los tambores batá
=> La música popular contemporánea y la construcción de sentido: Más allá de la sociología y la musicología
=> Grandes Compositores Populares Latinoamericanos
=> Entre el folklore y la etnomusicología. 60 años de estudios sobre la música popular tradicional en Colombia
=> Theorizing the Body in African-American Music
=> Música y el legado de la violencia a finales del siglo XX en Centro América
=> La vida del payador Atahualpa Yupanqui
=> Historia del origen del mariachi
=> La trova que es Cayamba
=> The Charango as Transcultural Icon of Andean Music
=> La mitología guaraní en la cotidianeidad paraguaya
La música de...
Enlaces de Interés
Contacto
 

Música y Literatura en Latinoamérica: Complidad Creativa

MÚSICA Y LITERATURA EN LATINOAMÉRICA:

COMPLICIDAD CREATIVA

 

Juan Pablo Correa Feo

 

La creatividad se caracteriza por ser la voluntad de modificar o transformar al mundo. En ese sentido, el arte en nuestro continente se ha convertido en la voz, en la esencia, en la expresión del alma de sus habitantes. Es nuestra manera de comprender el mundo, de cambiar al mundo.

 

Pero ¿Qué es lo verdaderamente latinoamericano? Ya Bolívar, en su Carta de Jamaica de 1815, daba muestras de su pensamiento al respecto:

 

Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado.

 

Los pueblos latinoamericanos, sin excepción alguna, reafirman diariamente una identidad emergente. Pero para poder comprenderla, debe entenderse que, sin memoria, la identidad es una ilusión. Al menos es lo que piensa Fernando Báez en su obra El Saqueo Cultural de América Latina, cuando comenta que “somos lo que somos porque recordamos qué somos: híbridos, mestizos, heterogéneos: esta propuesta conciernen primero no a los fenómenos inmediatos, sino al registro total de nuestra memoria”.

 

Hace más de quinientos años, al llegar los españoles al nuestra tierra, se encuentran con un ya establecido entramado cultural donde la literatura sobresale costumbrística y testimonialmente. Una literatura precolombina rica en organización, de visión retrospectiva milenaria y repleta de testimonios: inmersa en ella, la literatura náhuatl y la literatura maya, sobre todo.

 

La literatura náhuatl comprendía los aspectos de la vida, pues tenía por objetivo exponer todo el saber acumulado por las generaciones anteriores tanto ideas rituales, religiosas, mitos, adivinaciones. Por otra parte, mencionaba tópicos de historia, medicina e incluso derecho; además abarcaba una gran parte de retórica, de poesía épica y lírica.

 

Esta literatura también posee cierto número de géneros. En primer término, los cantos divinos o himnos, sobrecargados de alusiones esotéricas y metáforas; donde la muerte ocupa un lugar importante al ser concebida de manera distinta a la visión occidental centroeuropea, como sobrenatural cierre y desenlace de un transcurrir terrenal, o conexión cósmica con sus deidades. También están los guerreros, los maliciosos, los de primavera, los de amor. Algunos de estos eran verdaderas sagas como el Canto de Quetzalcóatl.

 

Por otra parte está la literatura maya dentro de la cual sobresale el muy conocido Popol Vuh o Libro del Consejo, proveniente del pueblo quiché, obra narrativa que contiene el concepto de génesis para aquella cultura y en la que intervienen seres sobrenaturales, bestias y fuerzas cósmicas. La vida y la muerte entrelazadas mediante una existencia mítica. Herencia centenaria que hoy Latinoamérica revive en el canto ecuatoriano “Vasija de Barro”, de Gonzalo Benítez Gómez y Luis Alberto Valencia, al remontar la costumbre andina de enterrar a los muertos en vasijas, acción reflejada también en su narrativa.

 

Su autor, Benítez Gómez comenta: “Cuando el arqueólogo León G. Doyón y su equipo llegaron al fondo del pozo que constituía la tumba de la cacica de la Floresta, en los barrios San Vicente, San Lorenzo y Osorio, en Quito, se encontraron con que los esclavos sepultados vivos, para acompañar a la cacica, habían buscado en las vasijas de barro el último aire que les salvara de la asfixia. Allí estaban, sus huesos junto a la boca de las vasijas, en un gesto dramático que bien puede alimentar todo un relato de reconstrucción de esos instantes últimos, previos a la muerte. Esta aparece, entonces, como otra versión de la relación de la muerte con el barro trabajado por manos humanas.

 

Tres tipos de vasijas se encontraron en la tumba de La Floresta, dedicadas a guardar alimentos y bebidas para un largo viaje, componiendo un escenario que era, a la vez, hogar y tumba. El popular trago anisado Mallorca, ya estaba listo en Galápagos, un bar centro de Quito, la fría noche del jueves 7 de enero de 1950. Y llegaron los escritores: Jorge Carrera Andrade, Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán, mientras el pintor Jaime Valencia comentaba la ausencia de Gonzalo Benítez Gómez y Luis Alberto ('Potolo') Valencia, quienes corformaban el dúo musical Benítez-Valencia.

 

A las diez de la noche entre bromas y copas, empezó la música, aplaudida también por Lilian Robinson y Rolf Blomberg, una periodista y un fotógrafo sueco, quien miraba fijamente la aún fresca obra de Oswaldo Guayasamín, pintada hacía pocas horas y que permanecía en la sala. Su título era Origen y mostraba una vasija de barro y dentro de ella los pequeños cuerpos inertes de unos niños. Y Jorge Carrera Andrade, cuenta Gonzalo Benítez, se acercó más y no vaciló en preguntar: "¡Qué significa! ¿Por qué, Oswaldo, pintaste eso?".

 

La respuesta fue inmediata: Los Incas tenían por costumbre un ritual para enterrar a sus muertos ya descarnados: los huesos eran colocados en una vasija, lugar que creían perfecto para vivir eternamente.

 

Sorprendido y sin palabras, recuerda Adoum, Jorge Carrera ingresó a la biblioteca y tomó un libro al azar. Regresó a la sala con el blanco y sencillo tomo I de En busca del Tiempo Perdido (Por el Camino de Swann), escrito por Marcel Proust. Y en las páginas finales, con un impulso que aún nadie explica, escribió con su pluma:

 

Yo quiero que a mí me entierren

como a mis antepasados

en el vientre oscuro y fresco

de una vasija de barro.

 

Y el libro se lo dio de inmediato a la persona que estaba a su derecha, Lilian Robinson, para que continuara con el poema. Ella, sin embargo, como si le quemara las manos, se lo entregó al escritor Hugo Alemán, quien hizo lo suyo:

 

Cuando la vida se pierda

tras una cortina de años

vivirán a flor de tiempos

amores y desengaños/".

 

Era el turno de un pintor, Jaime Valencia, quien, dice Gonzalo Benítez, no vaciló:

 

Arcilla cocida y dura

alma de verdes collados

barro y sangre de mis hombres

sol de mis antepasados.

 

Los minutos transcurrían y faltaba llenar la página. Jorge Enrique Adoum lo hizo:

 

De ti nací y a ti vuelvo,

arcilla, vaso de barro

con mi muerte yazgo en ti,

en tu polvo enamorado.

 

Silencio. Nadie se atrevía a decir nada, a romper con el encanto producido colectivamente, hasta que Adoum realizó las últimas correcciones literarias. A la construcción poética solo le faltaba un nombre. Discutieron 'Hombre de Barro' o 'de Arcilla', pero la historia ya parecía escrita.

 

Vasija de Barro, Vasija de Barro. La emoción se acrecentaba y había otro pretexto para servir más alcohol y brindar.

 

Comenta Benítez Gómez: "Jorge Carrera me dijo: ¡Esto con música tiene que ser una belleza! Y, entonces, me puso en compromiso". El dúo Benítez-Valencia debía hacer su trabajo. Y arrinconarse cara a cara en una esquina de la vivienda fue suficiente. "A Valencia no le gustó mucho el ritmo de danzante, que es pausado. El quería un aire más alegre, más vivo y no tan candencioso. Hasta que lo convencí que el danzante es lo más telúrico que tiene Ecuador, lo más autóctono. Y cantamos, tocamos, pero sobre todo cantamos. No sé que hora era, pero todos se avivaron más al escuchar la creación de una noche inesperada. Creo ya era de madrugada y la diversión continuaba".

 

Jorge Carrera utilizó la segunda hoja del libro y dedicó el poema-canción a Oswaldo, "en esta noche, en este doble aniversario que dijo Neruda". Y debajo, en orden, firmaron los autores. Al final, Benítez también dibujó un pentagrama, con los cuatro primeros compases.

 

"La vasija de Barro", puede ser considerada una elegía, donde el cantor evoca y recuerda a sus antepasados, pero conoce y se ha dado cuenta, que la vida es breve y efímera.

 

 

 

El modernismo: Unidad vs. Diversidad

 

El modernismo surge muriendo el siglo XIX. Se debe principalmente a las manos de José Martí, Rubén Darío y José Asunción Silva, quienes surgen posterior a un romanticismo producto de las guerras independentistas de finales del siglo: Cuba y Puerto Rico.

 

Ya es costumbre pensar que el momento de mayor auge de la literatura hispanoamericana surge con el denominado boom a partir de 1940 y que se corresponde con la denominada literatura del realismo mágico. No es raro encontrar nombres que nos resultan tan familiares como extraños en el paisaje continental: Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Horacio Quiroga, Manuel Puig, Juan Carlos Onetti, Pablo Neruda, César Vallejo, Ciro Alegría, José Carlos Mariátegui, Mario Vargas Llosa, José Vasconcelos Calderón, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Augusto Roa Bastos, Miguel Ángel Asturias…

 

Cualquier aseveración sobre la literatura hispanoamericana parte de una doble característica en aparente contradictoriedad: la unidad y la diversidad. Una unidad en las letras que viene por la universalidad del idioma, por el hecho radical de compartir como lengua común el español. Y una diversidad que, pudiera decirse, es una de las consecuencias sociohistóricas de la formación de las ricas nacionalidades americanas. Es decir, nos encontramos con un fenómeno en la literatura que se expresa en una misma lengua con una portentosa gama de peculiaridades regionales. Características que hacen fecunda una tierra ocupada por cientos de culturas que comparten una misma y nutritiva raíz y que conforman Nuestra América.

 

El poema, en América, se convirtió en un símbolo de explosión creativa. Mediante este género literario, los autores encuentran una verdadera base para escribir desde el espíritu, con genuina identidad.

 

Cualquier elemento es inspirador en la poesía latinoamericana. Una flor, un episodio, un sentimiento. Más que la poesía española, la americana tiene cierto matiz ingenuo que la hace realmente conmovedora.

 

Ya el poeta mexicano Rubén Bonifaz nos traslada, por ejemplo, a la esencia de la amapola:

 

Amapola trastorno,

exaltación morada, disparate.

Salga lo que saliere.

Y qué estruendo de alas, y qué dulce

lastre sentimental sobre la lengua,

y amistad en las manos, ofrecida

sin ponderar, qué arrebatada.

 

Comulgar en la música aspereza,

junto al estribo ya, de amanecida,

con mujer desolada, y el rasgueo,

y la última vez, y el aguardiente,

y sollozar a frutas.

 

Juan Luis Guerra, dominicano, con su poética pluma, nos relaciona el amor más puro también con la amapola.

 

De poetas y poesía está lleno el camino de la historia latinoamericana. De poesía está lleno el encanto de nuestro continente. Un encanto misterioso y cargado de mitos y leyendas. Al menos así concluimos al conocer la legendaria historia de Alfonsina Storni, escritora y poetisa posmodernista argentina. Su último poema, Voy a Dormir, también conocido como Dientes de flores, cofia de rocío escrito en 1938, ya predecía su final…

 

Dientes de flores, cofia de rocío,

manos de hierbas, tú, nodriza fina,

tenme prestas las sábanas terrosas

y el edredón de musgos escardados.

             

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.

Ponme una lámpara en la cabecera;

una constelación, la que te guste;

todas son buenas, bájala un poquito.

             

Déjame sola; oyes romper los brotes...

te acuna un pie celeste desde arriba

y un pájaro te traza unos compases

             

para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:

si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido.

 

O aquél que dedicaría a Horacio Quiroga, quien falleciera de manera voluntaria en 1937,

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,

Y así como en tus cuentos, no está mal;

Un rayo a tiempo y se acabó la feria...

Allá dirán.

Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte

Que a las espaldas va.

Bebiste bien, que luego sonreías...

Allá dirán

 

Y por ello, Ariel Ramírez pintó de notas lo que Félix Luna escribió en Alfonsina y el Mar.

 

La flora y la fauna están presentes tanto en la música como en la literatura. El espíritu mexicano de Amado Nervo, presenta su “Canción a la Flor de Mayo”:

 

 

Las olas vienen, las olas van,

cantando vienen, llorando irán...

 

¡No me dejes!, yo le grito;

¡No te vayas, dueño mío:

el espacio es infinito

y es muy negro y hace frío, mucho frío!

 

Sin curarse de mi empeño,

Flor de Mayo se alejó,

y en la noche, como un sueño,

misteriosamente triste se perdió.

 

Las olas vienen, las olas van,

cantando vienen, ¡ay cómo irán!

 

Al amparo de mi huerto

una sola flor crecía:

Flor de Mayo, y se me ha muerto...

Yo la quise, ¡pero Dios no lo quería!

 

De igual manera, nuestro poeta y cantor yaracuyano, Otilio Galíndez, hace lo propio.

 

 

 

Los poetas y la tierra

 

Los poetas siempre le han "cantado" a su tierra, a su paisaje, a su gente. El Perú no escapa de ello. Poetas como Manuel  Scorza, Javier Sologuren y César Vallejo han sido ejemplos de poetas que cantan a sus congéneres, a su contexto y a sus orígenes.

 

Dos puntos de partida se ofrecen en la literatura latinoamericana de antes de la II Guerra Mundial. De un lado, uno de los grandes vanguardistas latinoamericanos, el maravilloso peruano César Vallejo, con sus obras Los heraldos negros, Trilce, Poemas humanos, o España, aparta de mí este cáliz.

 

Por el otro, el dinamismo impulsado por José Carlos Mariátegui, también peruano desde la revista Amauta, que aglomera las tendencias literarias de vanguardia. Mariátegui se caracteriza por ser el primer escritor que incorpora el marxismo a su análisis de la realidad hispanoamericana, avanzando hacia un indigenismo liberacionista que sería incorporado en el pensamiento de mucha de la izquierda latinoamericana.

 

Perú tiene también como ícono inconfundible a Mario Vargas Llosa, uno de los grandes novelistas de la literatura hispanoamericana. Ya desde La Ciudad y los Perros representa una ruta hacia nuevas formas de novelar, alejándose de la temática del indigenismo.

 

En el momento de expansión en que se mueve la narrativa peruana, Enrique Congrains, publica con anterioridad a Vargas Llosa, la obra No una, sino muchas muertes, obra de profunda temática urbana. Otro gran exponente de la literatura peruana es Santiago Roncagliolo quien en el 2006 fue galardonado con el premio alfaguara por su obra Abril Rojo.

 

María Isabel Granda Larco, mejor conocida como Chabuca Granda nació en el departamento de Apurímac, Perú, en 1920. Incursionó en la música con el dúo "Luz y sombra" formado por ella y una amiga. Además de cantautora, fue poeta y animadora de radio.

 

Una noche, en su casa de la Plaza Dos de Mayo, el cantor José Moreno celebraba su cumpleaños con la jarana de reglamento. Hacia la madrugada, Chabuca abrió las ventanas del balcón y contempló la plaza contigua: La Colmena. Entonces soñó la ciudad, la ciudad dormida bajo la niebla y el lucero del alba. Lo dijo en su poema:

 

Es un gigante al que arrullan sus anhelos.

Bello durmiente que sueña frente al cielo.

 

Con sus ojos azules, bajo la niebla color perla que el lucero doraba, Chabuca Granda abría ventanas a un ensueño, a una enredadera de ilusión y memoria. Había ascendido al corralón de su pueblo, y allí sembró una flor. Chabuca, una canela que florece mucho. Desde esa ventana, dijo en voz alta: Déjame que te cuente, limeño. Déjame que te diga la gloria del ensueño que evoca la memoria.

 

La literatura latinoamericana está caracterizada también por su constante yuxtaposición sincrética sociocultural, en donde lo urbano se mezcla con lo espiritual. Así mismo sucede con la música, encontrando en el bolero una forma musical capaz de conjugar los diferentes sabores del sentimentalismo americano.

 

Aunque existen diversas teorías sobre el origen del bolero, la tradición indica que Cuba fue la creadora de este genero musical, que más tarde se extendió por Latinoamérica.

 

El bolero típico cubano surge definitivamente alrededor de 1840. Se acepta comúnmente que el primer bolero fue “Tristezas”, escrito por el cubano José Pepe Sánchez en Santiago de Cuba en 1886; aunque algunos difieren de la fecha, lo vital es que esa pieza dio origen y formal al género estableciendo el acompañamiento musical que denominamos “clásico”: la guitarra y la percusión.

 

La literatura y la música en Latinoamérica se entrelazan de manera fantástica en la mente de autores y compositores, como miembros de una familia que comparten una mesa. Recogen elementos entre los alimentos del alma, componiendo, escribiendo, cocinando platillos para nuestras mentes y nuestros corazones.

 

 

 

La literatura y la música como elemento: Lo uno en el otro

 

Y no sólo la literatura está emparentada con la música en nuestro continente. A menudo, la prosa y la escritura es la protagonista en el campo musical. Es decir, el poema habla de música, y la música habla de poemas. Tal es el caso de la canción de Bobby Capó “Serenata a mi adorada”, estrenada por el trío los condes y luego inmortalizada por la Dimensión Latina. Se trata de un tema donde el cantante le escribe cartas a su amada, pero su padre se las esconde… lo que produce la muerte de la sufrida y descorazonada mujer al sentirse injustamente engañada, y que luego su enamorado, llorando ante su tumba, le reitera su eterno amor.

 

El bolero evolucionó de música de cantinas y peñas a música de serenatas, donde justamente escritores encontraron su musa, su serendipia, su núcleo infalible de inspiración. Según el musicólogo cubano Argeliers León, la música yucateca de México jugó un papel importante en el nacimiento del bolero cubano, por la mezcla de rasgueado y punteado, que se introdujo a la isla a finales del siglo XlX como un nuevo estilo de acompañamiento en la guitarra.

 

El escritor obviamente escribe. Pero no sólo nos interesa qué escribe, sino cómo, cuándo y dónde escribe. ¡Escríbeme! Es un bolero que compusiera Guillermo Castillo Bustamante, en prisión, bajo el régimen de Pérez Jiménez. Es una letra grandiosa surgida en momentos adversos, que recorrió el mundo en la voz de nuestro tenor Alfredo Sadel. A pesar de su romántica letra, y su presencia constante en mundos serenateros, Guillermo Castillo Bustamante, lo escribió pensando en su hija Inés.

 

Son tus cartas mi esperanza

mis temores, mi alegría

y aunque sean tonterías

escríbeme, escríbeme.

 

Lil Rodríguez (*) lo cuenta maravillosamente así:

“Resulta que a Guillermo Castillo Bustamante jamás le dieron permiso de visitas durante su reclusión. Haber sido compañero y amigo de Raúl Leoni, Ana Luisa Llovera, de Salom Meza Espinoza y Antonio Bertorelli, pesaba y mucho. Solo tuvo derecho a escribir una carta quincenal, de una cuartilla. Inés, su esposa, también se encontraba presa, en Los Teques. Inés, su hija, no lo podía ver, pero era la encargada de hacerle llegar las noticias de la familia y de recibir las cartas escritas por él.

 

Durante un tiempo fue auxiliado por el viejo piano que monseñor Bernal, para ese entonces Obispo de Ciudad Bolívar, había hecho llegar a la cárcel para que Castillo Bustamante, arreglándolo, tocara. Y creara.

 

Con ese piano este hombre alegró la vida a más de mil presos, es decir, al hacinamiento humano que la dictadura había trasladado a tierras de Guayana.

 

Ciudad Bolívar se transformó en Catia La Mar, y en La Guaira, hasta que en septiembre de 1957 Guillermo Castillo Bustamante fue expulsado a Guatemala. Pero se quedó en Panamá. Y de allí pasó a Costa Rica.

 

En Costa Rica lo alcanzó, Alfredo Sadel. Y allí el tenor favorito de Venezuela conoció el tema del amigo, se enamoró de él y comenzó a cantarlo.

 

Y regresó Sadel a Venezuela para llegar directamente donde Víctor Saume, en pleno Show de las Doce, y decirle que iba a cantar la canción más hermosa. Y Víctor Saume, arriesgándolo todo, en plena dictadura de Pérez Jiménez, dijo que sí y la anunció con el nombre completo de su autor por delante. Alfredo Sadel entonó por primera vez para el mundo la letra de Escríbeme sin saber que en algún rincón de Caracas, Inés la hija, Inés la esposa, aceptaban con lágrimas la valentía de estos dos hombres.

 

Escríbeme adquirió ciudadanía universal inmediatamente. Es el único tema que ha estado en primer lugar de preferencia radial en dos versiones al mismo tiempo. Alfredo Sadel y Lucho Gatica. Sadel sabiendo. Gatica sin saber de tanta humanidad escondida en una letra. En una música. En un bolero.

 

Luego vendría el retorno de Guillermo Castillo Bustamante a Venezuela, tras la caída de la dictadura. Vendría luego la gran decepción política, la pelea por retomar el crédito que perdió sobre tantos temas robados y registrados por otros que creyeron que Castillo Bustamante se iba a morir preso. Vendría el trabajo modesto y una verdadera procesión en diferentes cargos administrativos, por parte de quienes fueran en un tiempo sus compañeros de política. Pero vendría también la gratitud del mundo. Guillermo Castillo Bustamante falleció en su tierra el 6 de octubre de 1974.

 

Más allá de la anécdota, este bolero forma parte de una realidad de país. Las vivencias de nuestros artistas a las sombras, bajo un régimen donde el pensar, la expresión de ideas y sentires, representa una amenaza; porque el arte en cualquier dictadura siempre será una espada, una chispa o un grito detonante que despierte la esperanza e ilumine los caminos. Escríbeme es una letra tan hermosa que su sentir no conoce fronteras.

 

Quizás la relación perfecta entre literatura y música provenga del hecho milagroso en que una persona le musicaliza versos a otra, o a la inversa, cuando alguien rellena sabiamente con palabras una melodía ya creada. Y sucede a menudo un interesante fenómeno, cuando la música impulsa una escritura más allá del éxito inicial logrado como poema afónico. Tal es el caso del poema Cantares, escrito por Antonio Machado en 1912 bajo el título Proverbios y Cantares, en el libro Campos de Castilla, y que el gran Joan Manuel Serrat musicalizara más de 50 años después.

 

La relación entre la música y la literatura latinoamericana escapa de las páginas y los pentagramas. Por un lado, la música es poesía entonada, produciendo una doble intensidad artística; por el otro, la historia, el ensayo, la novela, el cuento, encuentran en la música el perfecto refugio de su discurso revelador.

 

 

 

(*)http://www.analitica.com/BITBLIO/lil/escribeme.asp

 

Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis